miércoles, 8 de julio de 2009

Jacko camino a Neverland


Ayer Paris Jackson intentaba decir unas palabras a su padre muerto y a nosotros se nos hacía un nudo en la garganta. Aquel músico mítico se había ido y a través de su pequeña hija podíamos saber que era tan humano como cualquiera de nosotros y que existe la tristeza aun en una familia que vivía en un mundo —para todos los demás seres que vivimos fuera de sus dominios— apartado, extraño, excéntrico y fantasioso.


Cuando Michael Jackson alcanzó la cima yo recién nacía. Cuando fui creciendo y a interesarme por la música, entre muchas escogí algunas canciones de Michael Jackson, por sus impresionantes shows y coreografías que atraían mucho. Pero a la vez, era también impactante la "evolución" que su rostro había sufrido con el paso del tiempo. Puedo decir que con mi búsqueda entre cassetes y melodías —todas rockeras—, "re descubrí" su música a través de los años. Fui de adelante hacia atrás, hasta quedar fascinado con ese morenito dueño de una voz especial que también bailaba con pasos distintos y que con su carisma en los Jackson Five ya asomaba como una estrella musical. Su sonrisa —que se fue perdiendo entre acusaciones y cirugías— ha quedado hasta hoy grabada en mi memoria. Eso sucede cuando algo o alguien es memorable, cuando ocupa un lugar en los recuerdos y hoy que ya no está, estoy seguro que sucederá que muchos empezarán a conocerlo (a "descubrirlo") y a quedarse mirando sus pasos de baile incrédulos, aun las nuevas generaciones nacidas entre tecnologías avanzadas, de 3D o efectos especiales avanzados. Y en un inicio, así como mi pequeña sobrina, verán el "moonwalker" y preguntarán "¿cómo hace eso?", y pondrán un gesto de extrañeza, añadiendo una expresión espontánea: "¡es un truco, son solo efectos!".
Lo cierto es que aquellas coreografías especiales son ejercicio de toda una vida. Una vida que lo llevó a vivir buscando un "Neverland" como país, como hogar, un espacio especial de fantasía. Que así como queriendo ser Peter Pan, buscaba ser siempre el niño eterno y jugar, siempre divertirse, ser reconocido, no ser olvidado y no envejecer, jamás. Ser ese niño que no pudo ser en el tiempo que le tocaba y que de tanto buscar se volvió un ser incomprendido para muchos.


No lo puedo negar, se le extrañará. Y estoy seguro que de haber llegado a Perú en la gira que preparaba hubiese estado ahí, de alguna manera. No soy un jackson fan, pero también —al igual que medio mundo— reconozco que muchas de sus canciones forman parte de mi vida. Que descanse en paz (Quizá ahora sí y en Neverland).

Un creativo tributo:
Algunas notas que me gustaron:




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