lunes, 8 de octubre de 2007

Extraditado



He llegado a mi refugio. A mi guarida de antaño, de siempre. Al sitio pequeño, familiar y cómplice de muchas de mis fechorías – no evidenciadas con real pericia y por lo tanto difícilmente comprobables -. Pero esta vez es distinto, no es solo regresar de paseo, o a una reunión, o a una visita. He sido extraditado.




No tengo una idea clara del tiempo que permaneceré aquí. No será mi decisión. Los cargos que pesan en mi contra deberán seguir su curso normal, sin poder manipularlos - caprichosa e ilegalmente - de cierta manera, a ninguno de ellos. Algo que antes, hace unos pocos años, manejaba según lo que deseaba, cuando el poder me sonreía. Esta vez no es nada similar, he tenido que regresar, obligado por las circunstancias a rendir mi testimonio desde el banquillo menos cómodo.




Mi regreso ha sido auspicioso sin quererlo. Por semanas he tratado de mantener silencio sobre el tema y la despedida ha sido breve y casi un “hasta luego”. Debo estar muy seguro que saldré bien librado, que no permaneceré mucho tiempo en el ojo de la tormenta y al final, espero en pocos meses, logre reivindicar mi posición, para salir airoso a un paraje con sol, arena y mar.




Por ahora espero tranquilo. He venido decidido y ha significado un alivio, una válvula de escape. Las maletas han sido muy bien cuidadas y las he preparado conscientemente durante algunas semanas para reducir al máximo las carencias y a la vez estar preparado para algunas exigencias. Mi nuevo espacio es pequeño, pero tengo una cama cómoda, y una computadora desde donde escribo ahora. He notado que hasta hoy, a pesar de ser muy poco tiempo aún, no he escuchado música. He dormido en las tardes, cosa que no hacía hace mucho tiempo, y he vuelto a estar insomne, algo que también había perdido hace muchos meses.




Mucho tiene que ver el hecho de haber decidido ser ajusticiado y regresar, de haber hecho mi estrategia y mis planes sobre la base de un escenario como el que me toca vivir. Claro está que teoría y práctica son muy distintas a veces y la incertidumbre no puede ser nunca apaciguada en un cien por cien. Debo decir que el momento solo lo supe muy poco antes de venir, las fechas no estuvieron claras ni definidas y se fueron alargando, a veces por cosas del destino y en otras por conveniencia y argucias preparadas con tino. Lo que me dio tiempo para prepararme más aún. Estructurar una estrategia que me libre. Organizar todo un movimiento que me facilite la obtención de ciertos privilegios, que aunque cortos, influyen para tener un debido proceso. Y algo más, que aunque sé no es muy fácil de lograr, estuve alistándome para reforzar: Mi mente.




Me he preguntado – en estas horas insomnes - ¿cuándo me atacará la ansiedad? Son pocos días los que llevo y han sido tranquilos hasta ahora, pero conforme vayan pasando uno tras otro con real lentitud, muy distinto al ritmo de vida que llevaba, he calculado mucha sed, hambre y tal vez hasta sueño en horas no habituales. Quizá esté irritable, aunque este aspecto no es muy extraño en mí, pero no sé como me afectará en condiciones desfavorables donde no tengo opción a manejarlas, es todavía una incógnita – o tal vez varias, las que tengo y voy enumerando hoy en mi cabeza, sin razón, sin valor, en el mismo momento no creo recordarlas-.




Me molesta que una parte de la estrategia vaya por el lado de hacerme ver como un desvalido. Nunca lo he sido y hoy no pasa por mi mente abandonar mis ideales, a pesar de que siempre he tenido una actitud malhumorada, fría, distante y de no mostrar abiertamente mis sentimientos. Pero me disgustan las excusas que se dan en torno a mi nueva situación. Casi puedo creer que cuento con varios interlocutores, sin que ninguno haga reflejar de manera cierta mi parecer. Soy comprensivo, sé que buscan protegerme y que la fecha de este regreso también les ha caído de sorpresa. Y tengo en cuenta que existen hoy muchos jueces sin rostro en las calles, que de seguro me prejuzgan, sin siquiera conocer mis alegatos. No me interesa mucho, pero de seguro a mis allegados sí.




No voy a referirme a las acusaciones que pesan en mi contra. Por consejo y experiencia no me adelanto a los hechos ni me doy facultades de juez o fiscal. Al menos no hoy que todo es limitado. No soy quien deba dictar una sentencia. No prejuzgaré. No me prejuzgaré. Adelantarme en opinión siquiera, sería un gran error. Y eso no está en mis planes. No consideraré errores, todo lo estoy haciendo por libre decisión con muchos días de planeamiento. Ya el destino se encargará de dilucidar la verdad y de darme el resultado, que espero confiado.




Estoy tranquilo –todavía -, y como ya había adelantado, estaba en mis planes desde hace algún tiempo someterme a los juicios. Solo espero ser fuerte, en cuerpo, en mente y en alma. Rezo siempre, a solas y no exageradamente. No puedo negar que hay momentos en los cuales me siento solo y mi mayor compañía es una pantalla, un teclado, unos libros y algunos recuerdos. Pero no me siento derrotado antes de luchar. Los fantasmas se van cuando les muestro una sonrisa. No es malo retroceder un paso para luego saltar… Y seguir siendo libre.




**Versión antojadiza de una situación personal. Juguetona, imaginativa, no comparativa con la realidad de otras personas. No confundir, aquí no hay noticia, no hay información.

1 comentario:

Anónimo dijo...

SI TAN SOLO..sin tan solo dejaras de encerrarte en tu mundo y permitieras q alguien se encontrara cerka a tI, PERO NO TE JUZGO, NI MUCHO MENOS TE RECLAMO...me encantas asii y no espero nada a cambio...