martes, 11 de noviembre de 2008

Circuito de recuerdos

Hay cosas que no se entienden, otras que no se deben entender, que quieres, pero en sí no puedes o es mejor no poder. Al final es lo mismo, piensas. Buscas algo, lo encuentres o no.




Hace algún tiempo cuando necesitaba pensar salía a caminar. La idea era tomar mucho aire y no mirar a un punto fijo, sino que por el contrario, avanzando por las pequeñas calles de la ciudad no me fijara en algún punto en especial. Solo caminar, pensar, recordar, imaginar, sonreír como un loco sin aparente motivo, ya no dejar que alguna angustia me deje congelado, paralizado. El mundo sigue dando vueltas.


En Chepén esto se hacía fácil, aún hasta hoy, porque tengo la ruta dibujada en la mente; un circuito cerrado ―y a veces preferiblemente nocturno como el nuevo de Singapur para la F1―, donde puedo recordar mis pasos de cuando niño o adolescente y el ruido es mínimo ―aun con las mototaxis abundantes de hoy― sin buses ni cobradores que griten al oído como en otras ciudades grandes.


No sé cuándo ni por qué adopté este pequeño circuito. Y no será hoy que trate de ponerle una razón, hay ciertas acciones que no necesitan ser analizadas ni explicadas, que vienen libremente y así deben quedarse. Es mejor.

Empezaba saliendo de mi casa en la calle Cajamarca (de toda la vida gracias a mis abuelos maternos) hacia la Plaza de Armas ―quiero llamarla así y no Plaza Mayor como luego le pusieron―, que alguna vez hizo de canchita de fútbol con sus antiguas banquitas hechas porterías ―hoy reemplazadas por otras de fierro y madera―, para un grupo de niños con pantaloncitos cortos y politos sucios en noches de vacaciones. La cruzaba toda, pasando frente a la Iglesia y la Municipalidad yendo hacia la calle Lima.

¿Pensaba en algo o en alguien? Así decían, y quizá era cierto, pero solo al inicio, como algo que me motivaba a empezar. Luego ya no, pasear por esas calles se convirtieron en parte de mí. Este circuito que inventé luego de salir del colegio funcionaba tal cual túnel de tiempo. Como ir en contra de los pasos de mi niñez; dejar a mi memoria en un viaje libre a las épocas de uniforme escolar con zapatos empolvados, rayados y sucios de corretear para la salida a la casa, y las mochilas gastadas en la espalda ―que iban "limpiando el piso" la mayor parte del trayecto―. Los mismos pasos tomé para mi recorrido, los mismos que me hacen ir hasta una de las últimas cuadras de la calle Lima, antes de ver el estadio y subir a la calle San Pedro. Ahí viví un buen tiempo cuando cambiamos de casa, o mis padres en un intento de vivir a independientes ―solo los cuatro miembros de la familia―, escogieron como hogar. Pero donde por alguna razón, quizá de sentimiento, no pude acoger totalmente y no sé si alguna vez deberé disculparme por "colaborar" con romper la idea de vivir como familia ―papá, mamá y hermanos―; con excepción de una vez, cuando la chica que me gustaba se mudó a solo una cuadra de la misma calle ¡Y no veía como mi suerte podía ser mejor! ¡Empezaba a querer a esa nueva casa!


Era la casa de mis abuelos paternos, que ya para ese entonces vivían en Lima, y a la cual ―para mis recuerdos infantiles― me trasladaron de la noche a la mañana, distante a siete u ocho lejanas cuadras ―para mis piececitos también infantiles― de la casa de papá Juan y mamá Angélica donde "prácticamente" había nacido. Al poco tiempo mis padres no pudieron negarme regresar a la casa de los abuelos con el pretexto de almorzar luego de la escuela, y decidieron que podía ir solo, quizá por cansancio de no poder llevarme ellos mismos todos los días luego de la escuela. Poco a poco fui regresando a la calle Cajamarca, a mi barrio, a mis amigos, a mis abuelos, a mi cuarto en el segundo piso. Y me quedé.

De la misma manera, sin saber si guarda alguna relación, mi caminata siempre ha regresado por la calle San Pedro hacia la Plaza de Armas ―como años atrás mis pequeñitos pies infantiles―, pasando frente a la Iglesia de San Sebastián, por la vereda de la plaza mirando al Hotel Chepén, donde vivía Iván, que hoy ya está en Lima, donde nos reuníamos muchos "patas" y de donde han salido las mejores y más grandes carcajadas y temerarios planes para conquistar chicas ¡Buenos tiempos!


Esa misma vuelta la he dado cada vez que regresé a Chepén y necesité un poco de aire. Un poco de mí. No buscaba nada más, ni a nadie ni a nada, como pensaban los que me veían ir esas callecitas conocidas pero igualmente extrañas con el pasar del tiempo y con una ruta extravíada aparentemente para alguien más. No había una chica en especial y si la hubo alguna vez no entró en mi circuito deseándolo.



Hay cosas que no se entienden, como por qué adopté este mapa. Otras que no se deben entender ¿Para qué? Otras que quieres entender, pero en sí no puedes o es mejor no poder. Al final es lo mismo, piensas. Buscas algo, lo encuentres o no.


Solo es tomar un poco de aire, recordar esos pasos. Pensar en todo y quizá en nada a la vez. Buscando, así encuentre algo o no. Así te encuentre o no.



Nota: Empezó la "SEMANA TURÍSTICA DE CHEPÉN" <DEL 09 AL 16 DE NOV.>, para los que conocen la ciudad, mi circuito se parece mucho al que toma el "Gran Corso del Norte", en gran parte al menos. Mucho colorido, diversión, recuerdos.



Más Info:
http://www.munichepen.gob.pe/
http://www.chepen.org/content/view/379/37/
http://www.noticiastrujillo.com/index.php?option=com_content&task=view&id=30496&Itemid=57


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