jueves, 15 de octubre de 2009

El Cercano Oriente


¡Oe chino qué te cuentas! ¡Qué hay pa’ hoy! Y sonriendo recuerdo cuando de niño me llamaban así y yo ponía cara de enojado porque creía que se trataba de una “distinción” burlona porque el tamaño de mis ojos no era rasgo común entre los amigos y estos daban risa. Entonces trataba de mirar fijamente a esas personas frunciendo el ceño para que notaran que no quería ser un “chino” y que era mejor cambiar de tema, lo cual no lograba y por el contrario en el intento me volvía más oriental que antes.

He comprendido muchas cosas durante estos años que me han hecho estar muy orgulloso de pertenecer a la raza y a la colonia (ser un Tusán). Y es que así como en un momento de mi niñez sentía como extraño y casi despectivo ser tratado de “chino”, con el conocimiento real de lo que es la cultura, de su gente muy trabajadora que llegó al Perú siendo esclavos y ciudadanos de última clase para luego formar parte de aquellos comerciantes innovadores, laboriosos y dedicados que lograron éxitos, me hizo pensar que estaría muy loco para creer que llamarme “chino” resulta un mal gesto. Los chinos introdujeron al Perú nuevas costumbres; variedades de comidas que con el tiempo se han fusionado con la autóctona para dar como feliz resultado deliciosas combinaciones (¿Te gusta el Chifa?); formas empresariales novedosas que dieron paso a que en cada esquina de las ciudades costeñas donde afincaron, aparecieran las mejores tiendas con buenos productos, que resultaban atractivas por su distribución y vista, además de estar atendidos por esos señores amarillos, delgaditos con su cabello trenzado formando una colita. Mis abuelos los recordaban en Chepén, me contaban que llegaron a trabajar en la fábrica de jabón en la Hacienda Lurifico (Chepén, La Libertad), al inicio se los vio muy extraños, como era lógico no se les entendía y la comunicación resultaba casi imposible. Cuando lograron su libertad, empezaron a trabajar silenciosamente, a ahorrar, a trabajar y trabajar. Lograron “masticar” el idioma, a entenderlo y conversar con las personas. Formaron sus clubes y dieron las mejores fiestas con fuegos artificiales y bombardas que se recuerdan, así lo tienen en la memoria muchos abuelitos y también mis papás. Ya me contaron mucho sobre el Cheng Lhin Club de Chepén y sé que otros hablarán de los demás clubes que hay por todo el país. Y estos chinitos se quedaron en las ciudades a donde llegaron, como personas libres, empeñosas, alegres, y cada vez más comunicativas. No volvieron a su país nunca más (Al menos no a quedarse). Adoptaron al Perú como su nueva nación y se casaron, tuvieron a sus nuevas generaciones entre peruanos y orientales. Por allí estoy incluido.

Hoy comprendo que no tenía una razón para ese enojo, mis genes están compartidos con China, y de eso no se escapa, no se debe pretender correr. Me hacía falta ir descubriendo esos secretos, poco a poco. No conocía mucho de la otra parte de mi familia, no veía seguido a mi abuela paterna, ella es quien tiene el vínculo al ser hija de chino. Uno original venido desde el mismo Cantón, a quien después de muchos años mirando una antigua foto pude reconocer como un señor alto, blanco, de cara redonda, con un lunar en la misma, y de ojos rasgados, muy parecido a mi hermano (quien sí es un “chino chino” a la vista), y también a Mao Zedong (Tse-Tung). Fue un acercamiento más de los muchos que he tenido a mi pasado familiar oriental, donde quiero seguir hurgando porque estoy seguro de encontrar muchos tesoros increíbles para contar.

¿Qué hay pa’ hoy chino? Hoy celebramos 160 años de la Inmigración China al Perú, ¿ya es bastante no? Tantas cosas por aprender todavía ¿Un chifita puede ser? Estoy seguro que te encantalá.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Broder, si bien es cierto que soy mas jalado que tu, a las personas cuando les digo que soy descendiente de chinos no me crees a primera impresion, pero de hecho estamos muy orgullosos de descender de esa gran cultura, un abrazo chino!
Paulo