lunes, 17 de mayo de 2010

Un jardín para delirARTE



Exposición de dibujos "El Jardín del Delirio" de Carlos Chong, del 17 al 28 de Mayo del 2010 en la Biblioteca de la PUCP.



Todos tenemos un jardín, todos. Un espacio imaginario donde podemos recrearnos, tomar aire, sentarnos sin esperar algo o pensar en lo que se hará, donde buscamos distraernos admirando y recordar los buenos tiempos, a donde también podemos escapar; donde podemos hacer lo que queramos y nos dejamos encantar con el hechizo mágico y especial de nuestra propia libertad mental. Claro, parece extraño hablar de un jardín hoy que ya todo es cemento y casas reducidas o departamentos pequeños sin lugares así. Pero este espacio existe y es distinto, está cuando queremos que esté o cuando alguien más nos abre paso hacia este lugar.



Algo de eso sucedió hace unos días, fuimos con Julia Wong hasta la casa de Carlos Chong, un gran artista amigo, quien convirtió la visita a su taller en una experiencia distinta y acogedora que solo el arte te da, la de hacer que los sentidos vayan a muchos lugares recorriendo la piel y que mezclándola con los pensamientos te abran puertas de lugares fantásticos. Este mundo, muchas veces abstracto, preparado por Carlos Chong a través de sus pinturas, dibujos, fotografías y más, hizo posible un viaje increíble a muchos lugares sin límites como la imaginación. Y esa misma mañana pude conocer, antes que muchos, su jardín; me abrió la puerta de su casa y me llevó a ver “El Jardín del Delirio” (Su último trabajo).



Mira Cae, te voy a mostrar algo especial que he hecho, creo que te va a gustar. —Me dice con el ánimo de un niño que va a mostrar sus más preciadas posesiones. Y yo luego de ver los cuadros que tiene por toda la casa me quedo pensando, ¿y qué no es especial en lo que hace Carlos?



De una carpeta que trae desde su oficina va sacando los dibujos, los escoge como pretendiendo sacar los más interesantes, pero ¡qué va, todos lo son! Entonces me va mostrando uno a uno, cada creación de personales alucinantes. Muchos juegos de personajes y de cerditos alegres como contagiados de felicidad, presumiblemente embriagados por algún trago o bebida exótica, tal vez. Monstruos burlones y cerditos que van caminando, casi bailando algunos; mirando al cielo, sacando sus lenguas; casi los oigo silbar mientras cargan bolsos que contienen artículos extraños escondidos, secretos, con carga ilegal. Otros parecen venir de cazar o de pescar, nunca se sabe. De sus pequeñas mochilas parecen descolgarse raras criaturas que tienen escamas pero también podrían tener plumas.



Son cerditos porque tal vez quise reivindicar al cerdo, todos lo tenemos como un “cochino” y acá es mi actor principal. —Y esa respuesta me obliga a sonreír con él, los cochinitos tienen su propia exposición artística ahora, además el desayuno que nos invitó había estado compuesto por café, panes, cebollita preparada, aceitunas y mucho jamón delicioso, tanto como la conversación de los tres en una mañana gris, típica de Lima.



Estos personajes extraños de miradas embriagadas, las figuras inanimadas que en el surrealismo tienen alma, así como los cerditos que van por el jardín imaginario de Carlos, caminan, se burlan, danzan y van sin preocupaciones en medio de algún paraje, muy contentos y en estado de éxtasis, adentrando en el mundo imaginario propio a cada paso que dan.



Sí pues, mira por ejemplo este. Un cerdito traviesón, tiene una mirada muy pícara, casi parece que es orgásmica, muy contento el bandido, ¿qué habrá hecho?, ¿qué aventura estará recordando? —Noto que además visten con ropas extrañas para esta época pero que he visto en pintores de unas muy atrás. Y es cierto, algunos personajes tienen pinceles en sus bolsillos. Carlos está en su arte, divirtiéndose, riendo, trazando con el lápiz. Somos los cerditos de cierta manera, estamos en ellos en ese viaje por el jardín del arte.



Me tardo unos cinco días en cada dibujo, tengo la idea en la cabeza, luego le voy poniendo cada detalle durante todo ese tiempo. —Y es que Carlos Chong no hace algo sin ponerle trabajo y elaboración. Ahora este jardín donde caminan los graciosos cerditos se convierte en un espacio donde la imaginación regala miles de esos detalles para ponerlos en el dibujo.



Mi mente y mi cuerpo ya estaban en el jardín del delirio. Volteé la mirada hacia un cuadro donde estaba otro de esos cerditos pero pintado con muchos colores y pude sentir un ambiente psicodélico, extraño, movedizo, ondulante, vivaz. Ponerle el color es realmente un trabajo difícil, pensé. Todos tenemos un jardín del delirio en la mente y vagamos en recuerdos y pensamientos extraños muchas veces, similar a soñar. No le queremos dar explicación y no debemos tal vez. El arte da libertad, te lleva a muchos sitios, te hace sentir y eso es lo importante.



No sé porque hay peces y aves acompañando siempre a los personajes y cerditos, hay más seres extraños también si te das cuenta. —Y es cierto, como en un jardín, claro que este es mucho más loco y extraño donde cualquier cosa puede suceder, viven muchos pequeños animalitos y plantas. Pero ¿y los peces y aves que acompañan el cuadro? Será porque Carlos vivió mucho tiempo en una isla, creo.



Cumplí uno de mis sueños, de joven decía que quería vivir en una isla y logré hacerlo por más de 20 años. Las Islas Canarias son hermosas y para mí como pintor y artista me regalaron inspiración infinita. —Dijo, contándonos esa parte de su vida.



La mañana pasó muy rápido y el jardín del delirio no tiene límites, no creo que los tenga; recorrerlo e ir descubriéndolo es divertido y es bueno saber que cuando se quiera estar en ese mágico lugar se podrá, siempre que existan artistas que te ayuden a llegar como Carlos Chong.

La invitación por FB:

http://www.facebook.com/album.php?aid=170907&id=781523391&ref=mf#!/photo.php?pid=4147435&id=781523391



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