sábado, 14 de mayo de 2011

De cumpleaños


He hecho bromas sobre los regalos que recibiré mañana —si es que los recibo— que es el día de mi cumpleaños. He preguntado directamente y también indirectamente publicando mensajes en mi facebook. He recibido lo mismo que di, bromas sobre lo que podría recibir que mejor no cuento por respeto a quien me lea.


Dicen mis papás que el día que nací estuvo nublado y llovía, un paisaje típico de otoño en Lima, será por eso que los demás años he tratado de estar en el norte con sol y buen clima para este día. Papá lo recuerda como los momentos en los cuales estuvo más nervioso, es casi seguro que no durmió desde mucho antes, de ahí me copié el gusto por trasnochar, quizá para compensarle las malas noches. Mamá no dice mucho sobre ese día, porque papá se toma la palabra y me cuenta emocionado cómo fueron las cosas, pero ella fue quien tuvo que pasar por todo lo inimaginable, solo de pensarlo tiemblo y sé que le debo hasta lo imposible. Qué difícil para una mujer vivir algo que no sabe cómo será. Soy el primero de dos.


Mis cumpleaños no son comunes, digamos. He preferido siempre pasarlos con mis padres y hermano, almorzar algo hecho por mamá y luego algún postre que también ella prepara. Desde niño quise eso y pedí que no me los celebrasen. Regalos grandes o costosos tampoco hubieron, no me importaron, para qué si ellos estaban conmigo.


Estando en la universidad esto cambió una vez, en un día extraño pero a la vez mágico, las horas para poder viajar a casa se me fueron pasando y cuando me di cuenta no había más opción que ver qué pasaba. Al inicio sentí nostalgia y casi culpa por no ir. Antes que terminara la noche y en medio de mucho nerviosismo los ojos y labios más lindos que había visto estaban a mi lado y sin palabras me pedían que haga que la noche no termine.


Esta vez viajé otra vez de Lima al norte, encontré sol sí, pero mis padres no estarán y mi hermano tampoco. Lo de los regalos solo era broma —pero si los hay se reciben igual con cariño—, no los espero nunca.


Esperaré a que el día pase e imaginaré que llego a casa luego de celebrar con unos amigos del colegio, que camino un poco embriagado pero despacio para que mis padres no se den cuenta que siendo tan chico he probado alcohol. Que subo las escaleras cogiéndome de las paredes para no caerme, pero que logro llegar a mi cama sano y salvo, en completo silencio. Me veré celebrando que esa vez las campanas de la iglesia no me delataron la hora de llegada, pero que no contaba con que mis amigos que venían detrás al darse cuenta que había fugado de mi propia fiesta, se pondrían bajo mi ventana y empezarían a cantar el “happy birthday” con unas botellas de cerveza en la mano y a viva voz.




Cae.15.05.

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