Hace unos años
me invitaron a una conferencia que daría un escritor renombrado, que ahora vive
en el extranjero, sí pues, quizá la única forma de que alguien que se dedique a
esto y solo esto de escribir pueda tomarlo como una forma de vida. La
invitación tenía un lado especial para mí, según la persona que me la hacía
llegar, el mismo escritor provinciano pero ya extranjero, había leído algunas
pequeñas cosas mías en internet y había comentado que le parecía interesante
que alguien que vivía y escribía en una provincia como la suya tenga “algo” de
talento. Dudé de esto, habiendo tantas miles de personas que escriben en
internet era un sueño que alguien de su talla pueda interesarse en siquiera
leer un par de líneas; el único detalle que parecía concordar era que a través
de sus correos electrónicos (dirigidos a la persona que me animaba a asistir) me
había descrito, o al menos a mi blog, de manera muy cercana y el hecho de que
su lugar de nacimiento sea el mismo al de muchos de los escritos que había
publicado le daba alguna pizca de probabilidad. Aun a pesar de mis dudas el
aliento del tipo “me ha dicho que le gustaría conocer a ese muchacho que
escribe” hizo que tenga en cuenta el evento y decidí asistir.
Había leído
algunas publicaciones anteriores de aquel escritor provinciano ahora ya
extranjero, su estilo narrativo me gustaba, me parecía entretenido y fácil de
leer, además en algunos de sus libros contaba acerca de su niñez en ciudades
pequeñas que conocía y eso me hacía sentir cercano sin conocerlo. En su etapa
de residente extranjero publicaba en internet para varios medios
internacionales y hablaba mucho sobre el tema de la inmigración latina a la nación
más poderosa del mundo y las dificultades que encontraban sobre todo los que
llegaban en los años post 11 de setiembre. Su sensibilidad para encarar estos
temas era de resaltar y me lo podía imaginar dándole la mano (apoyando) a
cualquier latino sin suerte en el país de las oportunidades.
El día de la
conferencia llegué temprano, entré al auditorio que aun se estaba copando y
busqué un lugar como a la mitad. En las sillas de la primera fila estaban
algunas personas mayores, todas ellas autoridades y seguro familiares o
allegados al escritor. Aguardamos algunos minutos hasta que apareció por el
centro de la sala, entrando casi como un actor famoso que llega a ver a sus
fans. Saludó a las personas que se le acercaban y con algo más de efusividad a
los que lo conocían de antes, siempre sonriendo y diciendo que estaba feliz por
regresar a un lugar que lo acogía siempre y del cual tenía muchos
recuerdos. Empezó a dar su conferencia
en la que habló sobre su nacimiento en una ciudad pequeña para pasar a las
historias sobre su último libro que también presentaba. Escuchamos atentos a un
escritor que parecía estar muy cercano a todas las personas que estábamos ahí y
que también compartíamos la vida provinciana. Su manejo de escena fue
impecable, por algo estaba donde estaba, pensé.
En cuanto a mí
las instrucciones eran claras, “quiere que te quedes al final para conocerte”,
y a pesar que no soy muy afecto a esas situaciones, aguardé hasta que terminara
de saludar y firmar todos los libros que le traían. Cuando ya estaba por quedarse
vacío el lugar coloqué mi libro sobre la mesa y cerca a sus manos, lo saludé y
me presenté. Levantó la mirada y las cejas como diciendo “¿y qué deseas?”, lo
cual me produjo una sensación de extrañeza. Le dije un par de palabras sobre su
conferencia y me pidió que le diga mi nombre para hacerme el autógrafo en el
libro, cosa que en realidad no me importaba mucho en ese momento. Esperé hasta
que haga unas fotos y firmas más porque imaginé que quizá no me había escuchado
y volví a decirle que era “el chico del blog de quién había comentado quería
conocer” y el escritor provinciano ya extranjero ahora sin la sonrisa de su
entrada al auditorio me volvió a mirar y colocarse para una foto, la cual no
había pedido pero conservo en algún lugar. “Ah, sí seguro, ya estoy de salida,
¿te firmé el libro no?”, fue lo último que escuché de su presentación.
Y se fue
rápidamente de aquella provincia a otra cercana que sí tiene muelle y mar,
donde sí hubo club de gente de la alta sociedad de esos tiempos que sigue
conversando en los mismos sitios y recordando lo que sus abuelos y padres
tuvieron, donde nadie viste ni calza mal, a la provincia de la cual sí se puede
decir abiertamente que es donde se nació. Se fue olvidando la sensibilidad que
sí transmite a través de sus relatos para el mundo cuando habla de los latinos
que sufren buscando un sueño en tierras que le son extrañas, se fue olvidando
que nació en una provincia que en sus tiempos solo fue un distrito pequeño y
polvoriento, que tal vez por ese motivo no se menciona cuando se está en otra
parte del mundo y se habla en un idioma más universal (o comercial).
Se fue ya sin la
sonrisa que tuvo al llegar y que encantó al auditorio. Yo olvidé su libro en
algún lugar, ese al cual estampó un autógrafo al apuro con letra ininteligible
como su actitud.
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