viernes, 4 de mayo de 2012

El escritor y yo.


Hace unos años me invitaron a una conferencia que daría un escritor renombrado, que ahora vive en el extranjero, sí pues, quizá la única forma de que alguien que se dedique a esto y solo esto de escribir pueda tomarlo como una forma de vida. La invitación tenía un lado especial para mí, según la persona que me la hacía llegar, el mismo escritor provinciano pero ya extranjero, había leído algunas pequeñas cosas mías en internet y había comentado que le parecía interesante que alguien que vivía y escribía en una provincia como la suya tenga “algo” de talento. Dudé de esto, habiendo tantas miles de personas que escriben en internet era un sueño que alguien de su talla pueda interesarse en siquiera leer un par de líneas; el único detalle que parecía concordar era que a través de sus correos electrónicos (dirigidos a la persona que me animaba a asistir) me había descrito, o al menos a mi blog, de manera muy cercana y el hecho de que su lugar de nacimiento sea el mismo al de muchos de los escritos que había publicado le daba alguna pizca de probabilidad. Aun a pesar de mis dudas el aliento del tipo “me ha dicho que le gustaría conocer a ese muchacho que escribe” hizo que tenga en cuenta el evento y decidí asistir.


Había leído algunas publicaciones anteriores de aquel escritor provinciano ahora ya extranjero, su estilo narrativo me gustaba, me parecía entretenido y fácil de leer, además en algunos de sus libros contaba acerca de su niñez en ciudades pequeñas que conocía y eso me hacía sentir cercano sin conocerlo. En su etapa de residente extranjero publicaba en internet para varios medios internacionales y hablaba mucho sobre el tema de la inmigración latina a la nación más poderosa del mundo y las dificultades que encontraban sobre todo los que llegaban en los años post 11 de setiembre. Su sensibilidad para encarar estos temas era de resaltar y me lo podía imaginar dándole la mano (apoyando) a cualquier latino sin suerte en el país de las oportunidades.


El día de la conferencia llegué temprano, entré al auditorio que aun se estaba copando y busqué un lugar como a la mitad. En las sillas de la primera fila estaban algunas personas mayores, todas ellas autoridades y seguro familiares o allegados al escritor. Aguardamos algunos minutos hasta que apareció por el centro de la sala, entrando casi como un actor famoso que llega a ver a sus fans. Saludó a las personas que se le acercaban y con algo más de efusividad a los que lo conocían de antes, siempre sonriendo y diciendo que estaba feliz por regresar a un lugar que lo acogía siempre y del cual tenía muchos recuerdos.  Empezó a dar su conferencia en la que habló sobre su nacimiento en una ciudad pequeña para pasar a las historias sobre su último libro que también presentaba. Escuchamos atentos a un escritor que parecía estar muy cercano a todas las personas que estábamos ahí y que también compartíamos la vida provinciana. Su manejo de escena fue impecable, por algo estaba donde estaba, pensé.


En cuanto a mí las instrucciones eran claras, “quiere que te quedes al final para conocerte”, y a pesar que no soy muy afecto a esas situaciones, aguardé hasta que terminara de saludar y firmar todos los libros que le traían. Cuando ya estaba por quedarse vacío el lugar coloqué mi libro sobre la mesa y cerca a sus manos, lo saludé y me presenté. Levantó la mirada y las cejas como diciendo “¿y qué deseas?”, lo cual me produjo una sensación de extrañeza. Le dije un par de palabras sobre su conferencia y me pidió que le diga mi nombre para hacerme el autógrafo en el libro, cosa que en realidad no me importaba mucho en ese momento. Esperé hasta que haga unas fotos y firmas más porque imaginé que quizá no me había escuchado y volví a decirle que era “el chico del blog de quién había comentado quería conocer” y el escritor provinciano ya extranjero ahora sin la sonrisa de su entrada al auditorio me volvió a mirar y colocarse para una foto, la cual no había pedido pero conservo en algún lugar. “Ah, sí seguro, ya estoy de salida, ¿te firmé el libro no?”, fue lo último que escuché de su presentación.


Y se fue rápidamente de aquella provincia a otra cercana que sí tiene muelle y mar, donde sí hubo club de gente de la alta sociedad de esos tiempos que sigue conversando en los mismos sitios y recordando lo que sus abuelos y padres tuvieron, donde nadie viste ni calza mal, a la provincia de la cual sí se puede decir abiertamente que es donde se nació. Se fue olvidando la sensibilidad que sí transmite a través de sus relatos para el mundo cuando habla de los latinos que sufren buscando un sueño en tierras que le son extrañas, se fue olvidando que nació en una provincia que en sus tiempos solo fue un distrito pequeño y polvoriento, que tal vez por ese motivo no se menciona cuando se está en otra parte del mundo y se habla en un idioma más universal (o comercial).


Se fue ya sin la sonrisa que tuvo al llegar y que encantó al auditorio. Yo olvidé su libro en algún lugar, ese al cual estampó un autógrafo al apuro con letra ininteligible como su actitud.







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