Mis manos están
congeladas,
mi voz apagada.
No sé cuántas veces
más daré vueltas alrededor de la cama.
Prefiero las cortinas
cerradas que dejan un aura gris,
sé que no ayuda, no.
Todo lo que he querido
alguna vez en distinta época se terminó por alejar.
Tal vez por mis
propias culpas,
a veces porque el destino lo quiso así.
Y suena a dejadez, a
autocompasión.
En todas aquellas
ocasiones sentí un vacío enorme,
la boca seca,
y otra vez la
sensación de un invierno crudo.
La nada.
Todo lo que pensé como
“el momento” no fue.
Porque cuando llegó se
volvió a ir
o apareció una barrera tan grande como los kilómetros de distancia
de separación que sufren dos corazones que se quieren.
La vida es injusta la
mayor parte del tiempo
y me molesta la frase esa de que “todo pasa por algo”,
si al final solo es una excusa para una sinrazón.
He querido escuchar
una voz cálida que me diga que hay espacio para mis deseos.
Pero he encontrado
otra vez al invierno en su versión “no hay mucho por hacer”.
Y he vuelto a dar otra
vuelta más como creyendo que así el tiempo corre
y entonces esa maldita frase
de “todo pasa” llega al fin a hacerse realidad.
¿Cuándo?
Esto es injusto, al
mismo momento de querer que llegue el momento y todo pase me voy haciendo más viejo.
¿Cuándo?
El tiempo es un
dictador tirano,
nada le interesa, no le importas.
Quienes dicen que hay
que darse un tiempo fantasean con algo que quizá nunca llegue.
Es lo mismo, una
pérdida de tiempo.
Mis dedos están
helados y mis uñas moradas.
Mi pantalón es color
gris,
mi camisa debería ser negra, me visto con colores sin colores.
Y he deseado motivarme
con detalles de esos que no son dinero,
pero que cuestan muchísimo más.
Pero cada vez que he
creído por fin conseguirlo las horas de distancia aparecen como montañas que me
alejan.
No solo es ir, no solo
es cruzarlas.
Es tener que volver,
es saber que solo serán pocas lunas ahí.
Y querer vivir todo
tan rápido.
Y sentir que la vida
se escurre como arena en las manos.
Y desear poder
separarse en varias partes para estar en todo lugar.
Y saber que es porque
vale la pena.
Que el cansancio no
importará luego.
Que las ganas no se
irán.
Que será algo solo
temporal, porque las cosas cambiarán.
Y que alguien me diga
que sí existe ese “momento”,
que sabré que “todo es por algo”.
Que sabré “por qué
valió la pena”...
(las angustias, las esperas, las incomprensiones, los golpes, la
ira, las injusticias, la frialdad…)
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