martes, 17 de julio de 2012

Cambios de formas, de fondo.



Termina mi horario de trabajo, no son ocho, nunca son, para nadie lo son.
Camino a una avenida a coger un bus que me lleve a casa, a esa hora, llamada punta, todos viajan como tal, en un “punteo” fatal.
Tardo en encontrar, o mejor dicho, en que me vean y me quieran llevar. No es fácil pero igual se espera, distinciones no hay.
Subo con un saludo amable del cobrador, “rápido, avanza, anda para el fondo y paga con sencillo”. Siempre con la sonrisa de bienvenida, forever.
Y arrancan haciendo que vayas hasta el fondo, “te ayudan a hacerlo”, dirían si pudieran.
Algunas avenidas más adelante consigo un asiento. A mi izquierda va una señora con gesto adusto que de rato en rato mira hacia atrás de reojo y con enojo.
Me llaman al celular, no son cosas del trabajo y contesto.
Me intriga la molestia de la señora de mi izquierda, no es roja, pero si está muy a la izquierda. A quienes mira es a una pareja que viene justo detrás de su asiento, dos personas que se dan cariño, se pensaría en exceso, pero cuando se tiene que dar sentimiento ¿hay una medida exacta? Calles adelante se dan amor y casi al llegar a su destino, algo más que eso.
Luego de aquella pareja ya vienen los últimos asientos del micro, van tres señores, dos son pareja y también tienen edulcorante en los labios, pero son mayores en comparación.
La pareja a quienes la señora de rojo, el cobrador y algún otro miran con cierta admiración se siguen dando amor sin que les importe el mundo, como esas demostraciones que cuesta encontrar fuera de una novela o película romántica. Cruces de tiernas miradas que al segundo cambian a mordidas de labios con pasión.
Pero la señora no mira con extrañeza, es desaprobación. No es porque sean jóvenes, ambas vienen con uniformes de institutos, una será cheff, intuyo. No creo que sea porque se besan sin pudor, al fin y al cabo son sus vidas y ver odio sería algo por el contrario muy penoso.
Pienso que lo que pasa es que el mundo cambia rápido, que el mundo es violento y a la vez exige adaptarnos a él pero seguimos teniendo problemas para comprender, para entender y para ser tolerantes, para aceptar que cada vez nuestras mentes deben abrirse para analizar y darnos cuenta que cada quien existe para realizar su propia vida siempre y cuando no dañe a nadie más.
Esa pareja baja del bus de la mano, no deben pasar de los diecinueve años de edad y se les ve felices, si las vieron quererse que envidien, parecen decir.
Ambas son mujeres, no hace mucho dejaron de ser niñas. 

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