Regresaba caminado lentamente hacia mi trabajo
cuando en la esquina una señora alta de cabellos color cano me detuvo
haciéndome señas. Primero no quise parar pero parecía tener alguna inquietud y
no se veía para nada ofensiva.
—Hola joven, ¿trabajas por aquí? —Me preguntó
amablemente.
Le conté que sí, que cerca quedaba mi trabajo.
No sé por qué detuve mi marcha ni por qué me acerqué hasta donde estaba para
seguir conversando. Se le notaba de lejos que buscaba algo, era una dirección y
en esa tarea iba a ser complicado ayudarla porque no conocía la zona y menos
los nombres de las calles cercanas.
—Busco a una señora, tiene el pelo blanco y…
Bueno, no recuerdo cómo es que se llama, solo sé que es abogada. Siempre me
dice que por qué no voy a su casa a visitarla, que vive aquí a la vuelta de mi
casa, pero no recuerdo más—.
Ah, usted vive cerca… Y no conoce las calles… Al
instante me di cuenta de lo que sucedía y me quedé ahí mirándola y
conversándole como si la conociera, creo que me sentí obligado a hacerlo,
imaginé a cualquier persona pidiendo siquiera una palabra a un desconocido,
total, quizá a esas alturas hasta muchos de sus parientes le serían unos
desconocidos.
—No recuerdo su nombre sabe, me pasa seguido
esto. Hay personas que me dicen que he repetido tres veces lo mismo o que
pregunto algo que recién me acaban de contar y eso me pone triste. Pero me está
sucediendo seguido, lo bueno es que estoy siguiendo un tratamiento en el
médico, ojalá en poco tiempo me pase esto—.
Pensé un poco y tomé aire… La desmemoria no
elegida, llegada de golpe sin remedio pero para todo y poco a poco para perder…
Todo.
—Me ha hecho bien conversar con usted joven. Y
tiene razón, la vida tiene lados buenos y malos y hay que quedarse ahora con
los buenos y voy a hacer unos crucigramas para estar activa. Y cuando me
molesten los que dicen que ya estoy repitiendo o preguntando más de tres veces
lo mismo, pues les diré que no me jodan, total es mi vida, ¿no?—.
E intenté animarla, la mire sonriente, no era
el mejor de los momentos pero ¿acaso le iba a decir que poco a poco no iba a
saber ni dónde estaba su casa?
—Sí joven, usted tiene razón, esto es un
problema pasajero de estrés, como bien dice todos andamos caminando preocupados
hasta por lo mínimo. Que si hay plata, que si los hijos están bien, que si
mañana estaremos vivos. Tiene razón, hasta usted que es aun un jovencito puede
olvidarse de las cosas porque está metido en su trabajo y seguro le entran las
preocupaciones—.
Y me despedí diciéndole que no haga caso, que
todos nos olvidamos a veces de las cosas. Seguí caminando algo absorto y cuando
me di cuenta había pasado casi una cuadra de la puerta de la empresa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario