jueves, 21 de junio de 2012

Olvida al olvido.


Regresaba caminado lentamente hacia mi trabajo cuando en la esquina una señora alta de cabellos color cano me detuvo haciéndome señas. Primero no quise parar pero parecía tener alguna inquietud y no se veía para nada ofensiva.

—Hola joven, ¿trabajas por aquí? —Me preguntó amablemente.

Le conté que sí, que cerca quedaba mi trabajo. No sé por qué detuve mi marcha ni por qué me acerqué hasta donde estaba para seguir conversando. Se le notaba de lejos que buscaba algo, era una dirección y en esa tarea iba a ser complicado ayudarla porque no conocía la zona y menos los nombres de las calles cercanas.

—Busco a una señora, tiene el pelo blanco y… Bueno, no recuerdo cómo es que se llama, solo sé que es abogada. Siempre me dice que por qué no voy a su casa a visitarla, que vive aquí a la vuelta de mi casa, pero no recuerdo más—.

Ah, usted vive cerca… Y no conoce las calles… Al instante me di cuenta de lo que sucedía y me quedé ahí mirándola y conversándole como si la conociera, creo que me sentí obligado a hacerlo, imaginé a cualquier persona pidiendo siquiera una palabra a un desconocido, total, quizá a esas alturas hasta muchos de sus parientes le serían unos desconocidos.

—No recuerdo su nombre sabe, me pasa seguido esto. Hay personas que me dicen que he repetido tres veces lo mismo o que pregunto algo que recién me acaban de contar y eso me pone triste. Pero me está sucediendo seguido, lo bueno es que estoy siguiendo un tratamiento en el médico, ojalá en poco tiempo me pase esto—.

Pensé un poco y tomé aire… La desmemoria no elegida, llegada de golpe sin remedio pero para todo y poco a poco para perder… Todo.

—Me ha hecho bien conversar con usted joven. Y tiene razón, la vida tiene lados buenos y malos y hay que quedarse ahora con los buenos y voy a hacer unos crucigramas para estar activa. Y cuando me molesten los que dicen que ya estoy repitiendo o preguntando más de tres veces lo mismo, pues les diré que no me jodan, total es mi vida, ¿no?—.

E intenté animarla, la mire sonriente, no era el mejor de los momentos pero ¿acaso le iba a decir que poco a poco no iba a saber ni dónde estaba su casa?

—Sí joven, usted tiene razón, esto es un problema pasajero de estrés, como bien dice todos andamos caminando preocupados hasta por lo mínimo. Que si hay plata, que si los hijos están bien, que si mañana estaremos vivos. Tiene razón, hasta usted que es aun un jovencito puede olvidarse de las cosas porque está metido en su trabajo y seguro le entran las preocupaciones—.


Y me despedí diciéndole que no haga caso, que todos nos olvidamos a veces de las cosas. Seguí caminando algo absorto y cuando me di cuenta había pasado casi una cuadra de la puerta de la empresa.

No hay comentarios.: