lunes, 12 de noviembre de 2007

Códigos -2



-Nunca podré estar sin ti. ¿Caminaremos otra vez de la mano, juntos, como antes?- Susurra ella al otro lado del teléfono.

Él no sabe que responder, no es fácil mentir, y resulta aun más desolador mentirse, cuando se sabe que las posibilidades existen y se multiplican cuando hay sentimientos de por medio. Él no sabe que responder, opta por un “quizá” muy tibio y peligroso para los planes. Aunque no hay certeza, sabe que la estrategia no contempla ceder espacio, no se puede caer ante los deseos, la decisión ya está tomada y tiene que cuidar en no ser débil, podría caer en la misma trampa - ¿Y si ella también está tanteando el terreno?-. Los juegos clandestinos, son traicioneros. “Hay una delgada línea entre el amor y la guerra” le advirtieron alguna vez.

-No sé si caminaremos juntos otra vez, siempre existe un quizá, no me he puesto a pensar en eso…- Responde tomando aire y conteniendo las ganas de ceder, tratando de ser indiferente.

-Me gustaba cuando íbamos de la mano por todo sitio, cuando caminábamos hasta el centro de la ciudad, sin una razón especial, sólo queriendo que me vean feliz contigo.-

-A mi también… Pero…- Corrige él ante una caída inminente.

-¿Pero?... Los “peros”. Sé que son culpa mía.- Baja la intensidad de la voz ella.

-Sólo quiero que me prometas que no te irás lejos, que estarás siempre junto a mi.- Continúa sin dar espacio, muy decidida ella, como tomando fuerzas.

Pero él está muy golpeado, las constantes batallas contra sí mismo lo han mermado, ya no siente que su cuerpo sea tan fuerte como antes. Hay muchas cosas que logran acabar con sus defensas, que lo dejan sin municiones, que lo han tirado al suelo de sed y de hambre. Y es más complicado cuando el enemigo principal sabe casi todas sus debilidades, sus emociones, sus conmociones, sabe donde tocar para que empiece a sangrar. Es más difícil cuando el enemigo tiene el rostro de un ángel, y sabe lo que ve y lo que desea ver. Muchas imágenes que recorren su mente y que quisiera borrar, pero no. No puede, no debe. Parte de la dura estrategia es solo tomar la parte negra del libro al leer. E ir olvidando lo demás y entonces no sentir, no amar.

-Te conozco, sé que no estás bien, sé que algún día estaremos juntos otra vez .– Le dice ella, lo que produce cierto temblor en su voz, pero no por miedo o por dudar, parecen palabras salidas desde un interior que él ya no sabe como es hoy, o como fue siempre.

Él no tiene mucho por responder, pero el enemigo lo conoce demasiado y entiende que el juego no puede ganarse siendo débil o dando silencios prolongados. Siente como un río helado que recorre sus venas, mezcla de miedo y de impotencia de saberse descubierto. Aprieta el auricular tan fuerte que parece querer romperlo, para no dejar que el hielo se apodere de él. –La guerra fría, ésta guerra de indiferencia ya no es suficiente-, piensa.

-Me conocías, antes y no en todo. No estés tan segura de lo que dices. Nadie termina por conocerse así mismo siquiera, ni en toda una vida-.

-Te quiero ver, quiero que veas a través de mis ojos, quiero que me digas si no me besarás, si no tendrás otra vez mi piel. Que me mientas y me digas que no me quieres más. – Arremete ella, ataca, está conciente que en esta guerra no solo los mensajes cuentan, hay momentos en que todo se decide enfrentando, yendo al frente, sin miedo a perder. Quizá sea que ya todo está perdido.

Él recuerda lo mucho que le gustaba saber que tenía que encontrarse con ella, las horas que dedicaba a imaginar con que atuendo llegaría y los muchos besos que se darían. Pero de pronto regresa a la realidad que no quisiera estar viviendo y que odia sin saberlo.

-No te preocupes no falta mucho, me cansé de esperar.



Códigos -II

Hay dudas en el viento que desvían la brisa
Y en el mar no se ve el mismo concierto
Ya no es el mismo sol ni la misma luna
Ahora no distingo quién se turna a decirme
Que mis pies sobre la arena dibujan mal
Sin tus pasos.

He dado más minutos a mi reloj queriendo verte
Para que la madrugada no me arruine al llegar
Te creí y no me puedo arrepentir de quedarme
Hasta la hora que unos rayos de sol nos toquen
Solo por no culparme en otro mundo de olvidarte
O de no empezar.

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