lunes, 24 de diciembre de 2007

Memoria Navideña





—Papá Noel dejó mi regalo, y no lo vi. ¿Por qué no me desperté? ¿Estará todavía por acá?— piensa, aún somnoliento e inquieto, un niño al despertar con la luz del día que pasa a través de la ventana de su cuarto y luego de encontrar una cajita de regalo, a sus pies.






Todo el día anterior a la Navidad se la pasó pensando en cómo sería cuando Papá Noel le entregaría su regalo; su madre le había repetido muchas veces que él era un abuelito muy discreto, que ni siquiera se daría cuenta cuando llegue, pues le gustaba entrar sigilosamente por la casa sin despertar el menor ruido. El niño, habiendo escuchado esto, no se tranquilizó para nada, más aun, imaginó todos los lugares posibles por donde llegaría.


—Debe ser por el techo, no hay otra entrada. Llegará con su bolsa grandota ¡Pobre, la puerta es muy chica! ¡Ojalá no se desanime de entrar y no pueda dejarme el regalo!—. Repetía para sí, mirando al tragaluz de la casa.


Caminaba por todos sitios, iba y venía pensando en cómo haría Papá Noel para entrar —No te preocupes, él sabe lo que quieres y te lo dejará en casa ¿Recuerdas que te ayudé a escribirle la carta? Tendrás lo que le pediste, es viejito pero tiene muy buena memoria—, escuchaba casi sin atención. La intriga y la imaginación fantasiosa que lo llevaban a lugares increíbles como los de los programas de la tele lo dejaban pasmado.


El día cayó y ya no tenía el shortcito sucio ni las rodillas raspadas y blancas, estaba muy limpio. Mucho champú Johnson en su lacio cabello negro, la ropita nueva —unos jeans desconocidos en niñitos en esos tiempos—, los zapatos “Ardilla” relucientes y miles de hormiguitas en la barriga, que lo hacían correr por todo lado y deseando abrir de un lado las cajas bien forradas con papeles de colores para poder saber el secreto que guardaban.


Esperó sentado, parado, tranquilo, intranquilo, yendo detrás de su mamá, entrando a la cocina y viendo un gran pavo adornado, muchas botellas y cajas de panetones. Saliendo y yendo otra vez hacia el árbol de navidad con los regalos envueltos. Preguntó cientos de veces por la hora —Todavía no es hora hijo, debes esperar un poquito más—. El reloj pareciera que se había malogrado, ansioso porque lleguen las doce. Que no llegarían para él, no sin que lo sepa.


Esa madrugada Papá Noel supo entrar sigilosamente a la casa luego de ver que se quedó dormido antes de la cena. Entró pesadamente por el techo seguramente, bajó las escaleras, entró por aquella puerta pequeñísima para él y al llegar a la habitación donde estaba lo miró con una larga y deslumbrante sonrisa.


Papá Noel siempre supo que quería aquel carrito, lo había visto quedarse con los ojos fijos en la vidriera de la tienda —¿Leyó la carta? ¡Lo había estado vigilando! ¡Mamá tenía razón, quería saber y estar seguro que había sido un niño bueno!—.


A pesar de haberse quedado dormido, entre sueños recuerda que abrió sus ojos cuando unas luces aparecieron por debajo de la puerta danzando alegremente. La sombra de la figura que vio en ese sueño no es tan grande y robusta como la del anuncio de Coca-Cola de la tienda de sus abuelos. Y son dos sombras —¡Papá Noel tiene una compañera, que le ayuda!—. Una compañera que en todo el día supo cómo contener todas sus ganas y desesperación, sin desaparecer la fantasía. Que supo en los años siguientes enseñarle a tener paciencia para llegar a las doce y abrazarlo. Que también enseñó a ese Papá Noel que se afligía por no poder tener una bolsa más grande que significara regalos más grandes, que ese día especial no sólo es para comprar y obsequiar los artículos más bonitos —y costosos— que salían en las publicidades. Eran mediados de los difíciles años ochenta en el Perú.


A los dos, que se siguen apoyando el uno al otro, más de 20 años desde el recuerdo del niño, que hoy publico. Y que aún hoy siguen alimentando esta fantasía navideña. ¡Feliz Navidad! Los amo. Día a día.



**El deseo de unas felices fiestas para todas las personas que alguna vez leyeron el Blog, a los que les gustó y a los que no. Deseo que estén contentos, aprovechen y disfruten los momentos que nos unen en familia, porque cada vez son menos y más cortos. Sobre todo, salud. ¡Pásenla bien!

2 comentarios:

Bob dijo...

FELICITACIONES No sabia de esta faceta tuya de escritor, sigue adelante primo, se nota que tienes mucha pasta en este tema.
Agrega el link del diario local de ambas provincias Chepen y Pacasmayo: Ultimas Noticias (www.pacasmayo.net/ultimasnoticias).
Bob Ríos León
Madrid - España

Sol dijo...

Un abrazo por un 2008 espectacular!

Beso.