jueves, 14 de febrero de 2008

Cupido al Acecho

¿Me seguirás apuntando con esa flecha y sin decirme nada más? ¿Quién quiere hacerle caso a un gordito que anda todavía en pañales? ¿Cómo confiar en alguien que me sigue desde hace horas y tiene tan mala puntería? Dime eso, respóndeme algo siquiera o ve a comprar tus desechables en la farmacia…

¿Me quiere? ¿No me quiere? ¿Es ella o no? ¿Es la chica que quiero o no?... ¡Deja de apuntarme “pañalón” y habla de una vez!

Me agacho y esquivo una y otra vez, es algo muy cómico, pero no pensé que tendría tan mala puntería y tantas reservas de municiones. Me he reído mucho y creo que eso ha llegado a molestarlo, pero no ha sido tanto como para cansarlo, está casi a punto de conseguir su propósito, del que he escapado muchas veces, casi todas las veces, con mucha maña y un poquito de suerte…

¡Está bien tú ganas!, me dejo flechar… ¿No duele verdad? ¿Pero es ella? ¡Es esa chica con la sonrisa que brilla o no! Si no es ¡No me dejo por nada del mundo! ¡Sigue bajando de peso chanchito, que no me alcanzarás!

Y ante el silencio - que me hace dudar - me escapo otra vez ¿Qué tal si duele? El amor duele a veces – todas las veces -, y ya lo he sentido antes. Pero si es esa chica que mira como viendo el mejor de los amaneceres y sonríe como imaginando su niñez en navidad ¡Qué diablos, lo intento otra vez!

Corro más rápido, el gordito está sudando, lo puedo ver antes de doblar la esquina arreglándose el pañal. ¡Pobre! ¡Y con este calor! Pero qué puedo hacer, no puedo arriesgarme y nunca me gustaron los pinchazos ni para los análisis.

Sigo corriendo entre calles pequeñas y metiéndome en distintos pasajitos oscuros para lograr escapar, mi meta es llegar a casa, supongo que no podrá entrar, ahí estaré a salvo. El gordito tiene buen físico a pesar de todo, ha corrido tanto con su carga de flechas con unas puntas en forma de corazón, y a pesar de estar muy sonrojado y sudoroso, no desmaya en su intento. En eso pisa un charco que se formó luego de la llovizna veraniega y resbala. Cae pesadamente ¡Ay!

¿Debo ir a ayudarlo? Sí. Voy hacia él pero se pone de pie muy rápido y más enojado ¡Esta vez voy a perder! A cargado más artillería en su arco y me apunta directo. Mi corazón está a mil por hora a pesar que no me ha caído nada todavía. ¡Adrenalina! Me repongo y salto a un costado y casi cayendo vuelvo a la carrera ¡Carajo, casi me da! ¡No mires atrás! ¡No te detengas!

No puedo dejar de mirar atrás y saber si algo de ventaja guardo todavía. Al llegar a la calle que está más arriba volteo rápido, para no ser un blanco fácil. Pero está todo al revés, un misil cae en mi pecho y la explosión me ciega, miles de recuerdos pasan frente a mí en segundos; días y noches, la playa y el mar, la luna y una estrella a su lado, el sol. Es ella. Es la puerta de su casa. Aún herido puedo acercarme y guarecerme, pero necesito ayuda. Se lo pido desde el piso y no se niega, su sonrisa es perfecta y atenúa el golpe, su mano entre la mía se siente tan fuerte. Me ayuda a pararme y me lleva hacia la entrada, nunca hemos estado tan cerca. Sus labios… Su corazón palpita tan rápido como el mío… Sus ojos… sus ojos reflejan… ¡A un gordito apuntándome! ¿Y lo que sentí cayendo directo a mi pecho? Sus ojos y esa sonrisa… se confabulan, me paralizan…

A dos metros nadie falla un disparo… a dos centímetros nuestros labios…

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