viernes, 31 de julio de 2009

Pasa por la FIL



Lima esta súper gris y a cada paso ensucio mis zapatillas con el lodo que queda luego de cada llovizna. He cambiado —por un corto plazo— los días con sol en el norte (tenue, pero que algo calienta), por estos un tanto melancólicos. Motivos varios y no de esos matices oscuros al menos. Pero hay un lugar a donde no quiero dejar de ir, a la Feria Internacional del Libro de Lima, esta vez en el Vértice del Museo de la Nación y solo hasta este 5 de Agosto próximo.


Los últimos años no he faltado, y he coincidido de estar cerca para ir varios días, queda corto ir un momento y no regresar. Y es que para los que solo leen o les dicen “feria del libro”, no se la imaginen como una biblioteca o una tienda, la van a estar subestimando, de lejos se van a perder de mucho. En la FIL encuentras no solo libros (de toda categoría, precio, información, etc.), sino también historietas, revistas, música, eventos culturales, audiovisuales, personajes distinguidos, amigos, amigas, etc. Yo por ejemplo encontré algunas cosas interesantes, por citar unas cuantas. Un libro que es la base de una película que me gusta mucho, en realidad conforman una trilogía, las de Jason Bourne, el espía que pierde la memoria y es perseguido por su propia organización. No sabía que era un libro escrito por R. Ludlum. En otro sitio encontré a Alonso Cueto y me faltó tener “El susurro de la mujer ballena” para que me lo autografiara.


¿Esta cada vez más grande la Feria del Libro en Lima verdad?— Escuché y voltee para responder afirmativamente. Y no solo yo, varios más lo hicimos, pues la pregunta era para los que estábamos parados en la puerta de uno de los auditorios esperando ver de qué se trataba el tema. El —entonces novel en el cargo como su despacho— Ministro del Ambiente Antonio Brack Egg se asomaba también como un espectador, sonriendo al ver que el evento tenía acogida. Él era el conferencista principal.


Y eso el año pasado, cada vez hay muchas cosas que dejas ir si te encuentras en Lima y no asistes a la FIL. Lo que puedes descubrir allí es incalculable, no tienes que ser lector ni aficionado a los libros, repito, es mucho más.


Recuerdo con mucho cariño que allí también descubrí tardíamente a José Watanabe. No sé cómo pero en un stand miré un librito como de cartón muy pequeño y al abrirlo quedé impresionado por unos versos —y a mí que no me considero muy aficionado a los poemas y en el colegio le corría al deber de recitarlos o escucharlos siendo recitados— que me llevaban a viajar mentalmente a mi niñez y la vida en provincia. Lo cogí, lo volví a dejar. No pude dejar de pensar en aquel librito que hablaba tan melodiosamente de la vida simple del campo y lo volví a levantar casi al mismo tiempo que una señora ya mayor. Me miró fijamente y me preguntó ¿lo comprarás? Es el último y yo sí lo quiero.

—Lo llevo, le dije—. Lo llevo.


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