sábado, 9 de octubre de 2010

El tocadiscos como carrusel

Mi papá tenía un tocadiscos el cual utilizábamos como juguete cuando él no estaba en casa; poníamos varios carritos encima y los hacíamos dar vuelta como en un carrusel. Tantas veces lo hicimos sin saber que podía arruinarse que pronto ya no pudo hacer sonar esos grandes discos negros a los cuales no prestábamos importancia, sino solo otra vez para jugar lanzándolos, por lo que terminaron rayados. No recuerdo que papá nos haya regañado, tal vez pensó que era algo reparable, lo cierto es que esos discos desaparecieron con el tiempo y no se volvieron a tocar.


Como cualquier niño quise saber cómo funcionaba aquel aparato y un buen día empecé a manipular todos los botoncitos y palanquitas que tenía tal cual mesa de control de una nave espacial. Bajé una, subí otra, moví el dial, apreté un botón, luego el otro y nada. Mi hermano, más pequeño, miraba e intentaba también ayudar, pero nada de nada, habíamos arruinado el tocadiscos, no había forma de hacer que esos vinilos vuelvan a la vida.


Pero no nos quedamos quietos, todavía había una posibilidad de hacer funcionar el aparato, fuimos hasta el cuarto de nuestros papás y sacamos varias cajitas que guardaban en su tocador, corriendo llegamos hasta el tocadiscos e intentamos con los cassettes. Cuando pusimos los que papá siempre acostumbraba escuchar nos quedamos sentados, tranquilos, encandilados y no porque habíamos logrado hacer funcionar el aparato y estábamos escuchando música, era más que eso. Aquellos cassettes que un amigo le había regalado a papá y que los había traído desde USA tenían magia, los escuchamos uno por uno y todos los días. Fue el primer acercamiento que tuvimos con la música; Lennon había sido asesinado hace ya varios años, los Beatles seguían cautivando (siguen)...


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