lunes, 12 de setiembre de 2011

Convenciones para/con-vencer



UNO.
‘Mantener’ es la palabra que utilizó alguien ―con varios años de edad más y que me acababa de conocer― para hacerme ver que no soy un chiquillo de diecisiete años caminando con zapatillas y jeans, el cual no tiene ni idea de cómo se mueve el mundo y menos aun lo que es una relación de pareja. Se puede pensar que los años de edad son los que dan responsabilidad, los que siempre son la medida para la experiencia. Lo comprendo, es lo convencional, se piensa así, pero no todas las veces se aplica la regla y hay niños y mujeres abandonados o golpeados por ‘señores’ que han vivido mucho, demasiado.


DOS.
Creo que el género no es quien ‘mantiene’, porque de ser así tendría hijos ‘embarazándome’ cuando quiera mantener, el mundo es distinto y se comparte, también eso. Pero aun no se escucha con frecuencia en la calle que la libertad de género incluya que tanto hombre como mujer sean responsables, sino que el hombre que no lo fue como para comprar condones sí lo sea al momento de comprar pañales.


TRES.
Por mucho tiempo me he negado vivir dependiendo de una rutina, aunque a veces sienta que se cae en eso sin poder hacer nada para remediarlo. Cuando se tiene la oportunidad de romper esa línea se disfruta y se amarga el momento de solo saber que es temporal y fugaz como un fin de semana. Para todos les resulta mucho más fácil quejarse de la rutina del trabajo que hacer el mismo trabajo. ‘Si no me quejo no trabajo igual’, parecen pensar y continúan.


CUATRO.
Lo que a todos les parece normal es que hay que salir a trabajar ocho horas ―en el papel― con un traje y zapatos (y si se puede trabajar en un banco), solo así se es parte de la sociedad. Me habré equivocado en pensar lo contrario quizá y así se es feliz.


CINCO.
La mayoría está de acuerdo en que cuando no es prioridad trabajar en oficina y sí lo es escribir, cantar, pintar, o estar en cualquier locura propia de ‘personas extrañas’, pues, se está demente y perdido. Una cosa más que la otra, pero ambas consideradas parte de un grupo con el que solo se conversa, se escucha, se envidia secretamente y se escapa para no ponerlos de ejemplo a los niños.


SEIS.
Querer a la pareja es para la mayoría proyectar una casa, dibujarla grande y con todas las comodidades que se pueden imaginar, si no es así pueda ser que estés jugando o te jueguen luego. La billetera manda, sí. No preguntes ni que te pregunten si la quieres o te quieren, respóndete si tienes cómo darle la vida que sueña o que su madre ―tu suegra― le enseñó a soñar.


SIETE.
Para muchos terminar una relación es perder. Les preguntaría qué hicieron mal para pensar así, qué fue lo que estuvieron haciendo mientras entonces si no vivieron nada. Romper una relación es alejarse e intentar vivir otras realidades porque algo no funcionó de a dos, esos dos. Lo que se vivió no se pierde. No, la parte del dolor tampoco y es la que se sigue recordando aun pasados los años.


OCHO.
Algunas personas creen que ser competitivos es ver rivales por donde vayan y que deben ganar a pesar de las consecuencias. El verdadero sabor de la victoria está en no haber inventado un rival, sino en vencer lo que ocurre en el momento menos pensado y que el saldo no diga que dañaste a otra persona indefensa en el camino.


NUEVE.
El mundo te enseña que debes hacer de todo para conseguir lo que quieres, aun a costa de alguien más, estamos en una guerra que considera y aprueba ‘daños colaterales’, así les llaman. Me resulta como llevar una granada en las manos la cual tengo que decidir hacerla estallar en campo enemigo estando con mi tropa cerca, a pocos metros. En una guerra al final todos salimos dañados.


DIEZ.
Es cierto, lo que todos creen, o creemos, va de acuerdo a cómo vamos viendo girar un ‘mapamundi’ que nos pertenece. Aun quiero divertirme, ser yo mismo y molestar al mundo. Quien quiera arriesgarse a estar cerca, que esté consciente de esto.

No hay comentarios.: