Hoy fui a mi escondite, el de
siempre, el que me acoge cuando quiero un poco de paz, cuando necesito ideas,
cuando quiero desahogarme con la brisa. Hoy regresé a la playa luego de meses
de ausencia, creo que muy pocas veces había sido tanto tiempo, todo ha sido
distinto desde finales del año pasado que ya planear ir era una tarea
discutible. Hoy llegué así de improviso, sin haber tenido la intención siquiera
en la mañana. Cogí mi billetera, el BlackBerry para captar unas imágenes y las
sandalias estaban cómodas para la ocasión. Estuve tranquilo, mirando el
paisaje, respirando hondo como hace mucho no podía y dejé que algunos demonios
internos caminen por la arena para perderse a lo lejos.
Las cosas no han estado fáciles
desde diciembre del año pasado, ahora ya no tengo el mismo tiempo y el mismo
dinero para ir a la playa como quisiera, pero me sentía tan atrapado entre una
nube negra de tristezas y presiones que quise escapar; recordé que yo en mi
sentido más profundo era distinto a la persona que veía las últimas mañanas al
espejo. Era más arriesgado, era más decidido, era quien creía poder hacer todo
lo que quisiera, era quien vivía sin preocuparse en demasía por el futuro, así
les disgustara a los demás todo esto.
Y me adentré al mar frío pero
agradable, fui nadando más lejos que las personas que estaban metidas
disfrutando del verano, llegué hasta donde nacen las olas y me dejé llevar por
el arrullo tierno pero peligroso del mar. Estuve echado sobre esas aguas
ondulantes mirando el cielo, creyendo que era como antes, que era solo yo y que
nada ni nadie podría tocarme ni con el pensamiento, porque simplemente mi mente
estaba en otra dimensión lejos de lo me podía golpear o de lo que no podía
controlar al ser parte de otras vidas. Estuve así y de rato en rato miraba a la
orilla recordando cuando mamá llegaba con mi tía para vigilarnos y ver hasta
dónde nos metíamos mar adentro con mis primos, para ellas un desafío aterrador
que unos chiquitos vayan tras las peligrosas olas.
Pasé mucho tiempo solo con el mar
llevándome de lado a lado, pasé el tiempo pensando en todo lo que había
sucedido los últimos días. Imaginé que tal vez en algún momento de mi vida dejé
mi gusto por el riesgo porque ya no era el mismo ni tenía la misma edad, que
tal vez en ese intento por ser yo mismo me había golpeado demasiado y tenía
muchos errores acumulados. Llegué a pensar que lo que había hecho en mi vida
era un error. En ese instante desperté, el cielo era el mismo y el muelle
estaba ahí como hace cientos de años, era momento de regresar a la orilla y no
discutir conmigo mismo porque en todos estos años también me divertí, también
pude hacer sonreír a muchas personas y conocí a otras tantas, en los años
anteriores lloré, hice sufrir con mis arrebatos y locuras, pero todo es parte de
la vida al fin y al cabo. Siempre lo había pensado así, que la vida es lo que
sucede en este momento cuando tienes el paisaje frente a ti y lo disfrutas,
estés con alguien más o solo, pero sucede en los minutos que respiras, no en
los que aspiraste hace días, semanas, meses o años atrás, ni tampoco sabes la
fragancia del futuro.
Salí del mar caminando lento, sintiendo
como el mar iba bajando su nivel hasta llegar solo a tocar la planta de mis
pies, volteé, admiré el horizonte bañado por las aguas y reflejando muchos
colores del atardecer, es hoy y estoy vivo, dije.
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