A los tres
meses, más o menos, le dije el primer ‘te amo’ a la enamorada con quien más tiempo
estuve. La expresión que puso al escucharme, una mezcla de alegría con sorpresa
y extrañeza, fueron más que suficientes para darme cuenta lo mucho que me había
costado pronunciar la frase.
Creo que cada
tres meses les digo a mis padres que los quiero, no sé si porque tontamente
considero que ellos deben saberlo y me detengo cada vez que estoy a punto de
pronunciar las palabras. Tal vez porque no me gustan mucho los abrazos cuando
me los dan porque me hacen parecer un niñito que necesita protección y me creo capaz
de hacer todo solo sin necesitar ayuda.
Me cuesta mucho
decir un ‘te quiero’ y se me hace un mundo para un ‘te amo’, algo debe andar
mal en mí y no llegué a entrar en el círculo de regalos de frases afectuosas,
de decirlas por decirlas, aun sin estar alcoholizado, porque en ese estado
dicen que todos nos queremos, nos amamos y somos los mejores. Ni así pasa
conmigo.
Hasta aquí soy
un hombre de hielo. Equivocación común de quien dice conocerme pero que no ha
logrado ver que hay mucho más que esas palabras, hay acciones para ofrecerle
ese “te quiero” a otra persona. Claro, vale más si tus acciones se adornan con
estas palabras, dicen. Ok. No discutiré eso, aunque lo crea cuestionable.
Quisieron que
diga que “amo” y no pude. No porque no sienta amor, quizá porque algo anda mal
en mí. Tal vez porque también quisiera que sean más que palabras que se dicen
hoy y se olvidan mañana.
¿Me gusta
escuchar esas frases? Sí, cuando son de verdad. Y las valoro mucho. A veces
quisiera hacerlas mías y ofrecerlas también. Si me tuvieran paciencia.
He dicho contados
“te quiero” y muchos menos “te amo”, aun así he amado como cualquier otro, he
llorado, he reído, he creído en las palabras, he roto algún corazón y también
hicieron retazos con el mío, ¿algo anda mal conmigo?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario