Un viernes antes
de las siete de la noche caí al césped por una falta intencional de alguien que
no entendía lo que era un juego de fútbol, solo un juego sin premios ni copas,
ni fama mundial. No creo que sea de los que horas antes hubiesen visto la final
de la Champions. Ese mismo viernes regresé a casa cojeando con mucho dolor a
ponerme hielo en la rodilla, pues era lo único que podía hacer. De la forma
como había sido la caída y lo que había sentido esperaba lo peor.
El sábado me
atendió un médico, no especialista en ese tipo de lesiones, pero que me
ayudaría a aliviarme un poco hasta el lunes. Me hizo algunas pruebas y no pensó
que sea algo más grave que una fuerte distensión. Esperé que fuera eso y nada
más, solo cuestión de antiinflamatorios, descanso y tiempo. El lunes pude ir
a un traumatólogo y las noticias cambiaron al hacerme la prueba, tenía el dolor
en la parte externa y posterior de la rodilla, había algo que hacía un pequeño
ruido como cuando una astilla choca con algo más duro y aun no podía doblar la
rodilla sin sentir que se me trababa.
—Para mí te has
roto el menisco— Me dijo muy serio y era como confirmar algo de lo que esperaba
en mis proyecciones pesimistas.
No tenía los
ligamentos rotos aparentemente, no había problemas en los huesos de la rótula,
pero sí había unos milímetros de menisco que impedían que mi rodilla pudiese
tener flexibilidad. Unos milímetros que hacen que mi vida no sea normal por
estos días y que cambian la forma como me gusta vivir, haciéndome parecer casi
un inválido. Tener que cambiar la rutina, como si esa palabra en estos tiempos
sea bienvenida, a estar sentado o echado, a solo conformarme con ver deportes en
la televisión y no hacer ninguno hasta que pueda recuperarme (si se confirma lo
de la operación), se me hace una tortura. Aun así, no sé qué me pasó en el
mismo momento de escuchar el diagnóstico, pero lo tomé con más tranquilidad de
lo que cualquiera esperaría, creo que recordé cuando siendo adolescente y tuve
un problema similar, pero menos grave, en el cual el médico de turno me golpeó
fuertemente, aun más que un rival en una cancha, diciéndome que “no vuelva a
hacer deporte”. Esta vez me dije a mí mismo que podía superarlo otra vez.
Esperaré la
resonancia y esas esperas, desesperan, pero hay cosas que no se pueden saltar,
menos aun con una rodilla herida.