

Como cualquier niño quise saber cómo funcionaba aquel aparato y un buen día empecé a manipular todos los botoncitos y palanquitas que tenía tal cual mesa de control de una nave espacial. Bajé una, subí otra, moví el dial, apreté un botón, luego el otro y nada. Mi hermano, más pequeño, miraba e intentaba también ayudar, pero nada de nada, habíamos arruinado el tocadiscos, no había forma de hacer que esos vinilos vuelvan a la vida.
Pero no nos quedamos quietos, todavía había una posibilidad de hacer funcionar el aparato, fuimos hasta el cuarto de nuestros papás y sacamos varias cajitas que guardaban en su tocador, corriendo llegamos hasta el tocadiscos e intentamos con los cassettes. Cuando pusimos los que papá siempre acostumbraba escuchar nos quedamos sentados, tranquilos, encandilados y no porque habíamos logrado hacer funcionar el aparato y estábamos escuchando música, era más que eso. Aquellos cassettes que un amigo le había regalado a papá y que los había traído desde USA tenían magia, los escuchamos uno por uno y todos los días. Fue el primer acercamiento que tuvimos con la música; Lennon había sido asesinado hace ya varios años, los Beatles seguían cautivando (siguen)...
