— ¡Quédate y en
la noche salimos que hoy estoy ‘guapísimo’! — Me dijo como tantas otras veces.
El ‘chino’ era de los amigos que admiraba por siempre tener una sonrisa en el
rostro que reflejaba una vida sin preocupaciones. Supuse siempre que tenía
mucho que ver su origen, ‘en Iquitos salimos cuando sea, a la hora que sea y
hay amigos y amigas para hacer una fiesta’, recuerdo que contó alguna vez. Nunca
dudamos de eso, él era quien animaba y estaba listo para cualquier ocasión.
Mientras todos estábamos preocupados por los exámenes que venían, él podía
encontrar la broma y la risa perfecta para cambiar un ambiente tenso.
—Solo vine de
pasada, viajo hoy mismo, pero podemos quedar para un fin de semana salir con la
gente de la ‘promo’, hace tiempo que no nos juntamos —Le respondí, pensando en
las muchas cosas que tenía por hacer, en las situaciones por resolver que me
dejaban poco espacio para desear diversión. En fin, como antes era yo quien
estaba preocupado por lo que iba a hacer y el ‘chino’ estaba súper distendido y
esperando que llegue la noche para ver qué podía haber para pasar un buen rato
con los amigos.
—Ya pues, pero
igual voy a ir a una feria que hay cerca de donde estás viviendo, a ver si ahí
nos vemos para tomarnos unas cuantas ‘chelas’, ya no falta mucho, estaré el día
central—.
—Claro, seguro
voy. Ahí sí, tiempo tenemos de sobra al fin y al cabo, ¿no? —Seguimos
conversando mientras almorzábamos, yo tratando de no pensar en que tenía que
viajar en unas horas para resolver asuntos personales, de esos de a dos pero en
los que intervienen más de tres, y que los días siguientes iban a estar
difíciles; el ‘chino’, muy relajado contándome que había renunciado a su
trabajo y se había dado vacaciones por unas semanas, ‘porque hay que darle
distracción y descanso a la mente’. Todo con ese acento ‘charapo’
característico que le ponía el cartel de divertido, relajado y buena gente. Ese
día nos habíamos encontrado por casualidad en un centro comercial, su voz era
inconfundible, me llamó desde varios metros de distancia, y en ese momento recordé
que el amigo con quien más había coincidido los últimos tiempos luego de la
graduación había sido él y que en cada ocasión me había dado un número de
teléfono celular distinto, ‘es que sabes que hay que cambiar de modelo según
como avanza la tecnología’. Me tendrás que llamar para acordar, le dije cuando
apuntó mi número en una servilleta.
Avanzada la
tarde, luego de conversar y reír con las anécdotas de los amigos, fuimos a ver
una película que estaba en estreno, más porque insistí en mi búsqueda de relax
que porque fuese algo que quisiéramos hacer. El ‘chino’, en short deportivo y
con ‘El Comercio’ bajo el brazo —que dejó sobre la mesa donde almorzamos porque
solo quería la revista ‘Somos’, ya que la sección de empleos podía esperar otro
día más—, fiel a su estilo olvidó todo lo
que tenía que hacer para pasar el tiempo con un amigo, por reír y hacerlo reír.
En este momento diré que mis anteriores viajes a Trujillo habían sido experiencias
desastrosas y esos días no eran los mejores, no hubo mejor persona para
encontrar, me dije al regresar por la noche en el bus.
Días después
chateando en el Messenger quedamos en vernos en la feria patronal de la que
habíamos hablado, pero nunca llegó, no nos vimos. Era diciembre y entre todas
las reuniones y fiestas que hay para esas fechas el tiempo pasó rápido entre
una y otra cosa. Luego el verano obligó a estar en la playa, con menos atención
en internet, y dejé que el Facebook me ayude con la tarea de hacerme recordar las
fechas de los cumpleaños de los amigos. Entre ellos la del ‘chino’ en febrero,
y le dejé un saludo publicado en su muro, ya que no lo encontraba en el chat,
ni para navidad, menos en año nuevo. ‘Deben estar buenas’, imaginé.
Una noche, días
después y con un clima coincidentemente tenso a nivel personal, recibí una
llamada. Era un amigo de la universidad que me decía que ya no podíamos
reunirnos como antes, que también había esperado la llamada del ‘chino’ para oírle
decir que por su cumpleaños estaría ‘guapísimo’ y que habría fiesta, desde días
antes y hasta días después como en Iquitos. Y que bailaríamos y terminaríamos
‘bo-o-rra-chitos’. Me dijo que todo se había cancelado desde diciembre y que
tan solo leyendo el mismo muro del Facebook donde habíamos publicado el saludo
de cumpleaños nos habríamos enterado que el ‘chino’ se había ido muy lejos.
Pero que esta vez no volvería para hacernos reír, para animarnos la fiesta,
para alegrarnos cuando todo parecía difícil. Mucho menos para hacerme cambiar
de clima.
Y no lo puedo
creer hasta hoy, he regresado a Trujillo recientemente y he volteado varias
veces a mirar por si estás por allí, relajado, sonriendo. He deseado que nos
encontremos para que quedemos en reunirnos para ir a divertirnos con los amigos.
He deseado escuchar esa voz alegre de acento ‘selvático’ llamándome desde
lejos. Pero ahora sé que tiempo no hay para todo y tampoco de sobra.
Q.E.P.D "Chino".